"Este dispositivo cambiará la forma en que escuchamos música..." Steve Jobs, durante el Keynote del iPod, en Octubre de 2001.
Hace años, cuando salió a la venta el primer iPod, yo fui de los primeros en impresionarse con él y es que para un Geek no hay nada más emocionante que ver uno de esos productos que salen y que (aunque no los conozcas), cuando los ves, sabes que tienen todo lo que quieres, todo lo que necesitas, como una suerte de navajas suizas, de esas que traen muchas herramientas que quizá nunca utilices ¡pero nunca sabes cuándo las necesitarás! Así, justamente, sentí al iPod, allá en 2001, cuando hizo su aparición.
En esos tiempos, obviamente, no había mucho de qué presumir ni de qué nutrir el espíritu geek. Lo más a lo que la mayoría de los adolescentes promedio de mi ciudad aspirábamos, era a poseer una buena pc (producto, por supuesto de las modificaciones que periódicamente realizabas: mejor tarjeta de video, más memoria RAM, más almacenamiento, por mencionar algunas), conocimientos necesarios para desenvolverte en el incipiente mundo de la electrónica, un buen equipo celular (los que usaban mensajitos sms y el correo electrónico vía wap y gprs eran los más modernos y carísimos por cierto) y buen equipo de sonido, ya fuera para tu coche, tu cuarto o un reproductor personal (si se podían los tres, mejor).
Así que, hasta ese momento, los que andaban mejor armados en cuanto a reproductores digitales, traían un moderno NetMD de Sony, otros, con menos plata, optamos por un CDWalkman mp3, que si bien no era la octava maravilla (nunca me gustó completamente ese concepto del Discman como un reproductor portátil, aparte de que se comía las baterías, no era nada práctico andar por las calles con el trasto rebotando en tus rodillas, dentro de la bolsa de tu pantalón cargo, además que aquel asunto del formato "Atrac-CD" de Sony, era malísimo), cumplía con la misión de "música para llevar".
Así estaban las cosas cuando empezamos a escuchar del iPod. Yo me entusiasmé pero me llevé dos grandes desilusiones, la primera fue el precio del aparatillo (¿Pero qué demonios?), no obstante comencé a ahorrar para adquirirlo, pues estaba convencido de que lo quería para mí, sin embargo ahí surgió el otro revés anímico: de momento, sólo era posible usarlo si tenías una Mac y para mi generación, que crecimos en los 90 y conocimos el mundo informático de la mano de Microsoft, tener una Mac era algo muy raro, porque además de que SO era un tanto "distinto" a windows (el error de todo usuario de Windows, que desconoce la historia del Sistema Operativo de las ventanitas), las Mac eran máquinas prácticamente incompatibles con cualquier cosa que conocieras y si lo había, tendría a fuerza que ser comprado, pues había y hay, hasta el momento, un mejor control de las licencias para los programas de Mac con respecto a los de Windows, eso, también era algo a lo que no estábamos acostumbrados los usuarios de Windows y claro, fue un punto de desconcierto y un motivo suficiente para abstenerse de una Mac por el momento.
Pero el aparatito sí que valía la pena, claro que si. Sus líneas suaves, agradables a la vista y al tacto, sus modernos controles táctiles, su consistencia, su peso, vamos, todo ese conjunto de sensaciones que daba al tomarlo entre tus manos, combinado con ese caracter exclusivo de los aparadores de las tiendas apple y, por Dios Santo, ese hermoso aspecto, diferente, sobrio, único en su tipo en ese momento, lo volvían por supuesto, el objeto del deseo de la gente que como yo disfrutan de la tecnología.
Total que para no hacer más historia, pasó mucho tiempo hasta que adquiriera mi primer producto Apple (¡imagínense, que fue un iPhone 4s!), pero estoy convencido de que luego que adquieres un iPhone o cualquier producto de Apple, es muy difícil que des marcha atrás y es que, no son los productos perfectos, pero son los que más se acercan y lo digo con conocimiento de causa, pues usé symbian, Blackberry y android y ninguno me ha parecido mejor que iOS, pero eso, es tema de otro post. ;)
